Todas las mamás del mundo queremos ser una buena mamá. Ser buena mamá parece una finalidad ideal, independientemente de lo que signifique para ti. Quizá para ti la buena mamá es la que lleva los niños limpios, o la que tiene hijos que nunca hacen berrinches, o la aquella cuyos hijos comen bien, la que les lava los dientes tres veces al día, la que alimenta a sus hijos con la lista de nutrientes en mano, la que los ha educado para que se porten bien, la que tiene la comida a punto, la ropa lavada y planchada y puntualmente va a recoger a sus hijos del colegio y tiene todo listo en casa… Todas estas descripciones están bien, no hay nada de malo con ellas. Todas tienen el objetivo de dar lo mejor a los hijos y eso es perfecto.
Entonces ¿Por qué no es tan bueno ser una “buena mamá”? La buena mamá tiene algunas consecuencias muy negativas tanto para ti como para tus hijos. Primero porque la buena mamá no existe. Es una meta imposible de alcanzar. En segundo lugar porque la buena mamá siempre actúa para los de fuera. Parece que si nuestro hijo come todo lo que le ponemos, duerme toda la noche, dice gracias, se deja peinar y da besos a los familiares hemos hecho un buen trabajo. Nada más lejos de la realidad.
La buena mamá tiene algunas consecuencias muy negativas tanto para ti como para tus hijos
En tercer lugar porque lo normal es que las cosas no salgan como hemos previsto: en algún momento no vamos a estar a ese nivel, vamos a perder los nervios, en algún momento los niños van a necesitar algo que es contrario a lo que nosotras decidimos que era lo mejor para ellos, o vamos a querer que pase en un momento en el que ellos quieran hacer otra cosa. Cuando esto pasa, y pasa muchas veces, aparece el conflicto. A veces el conflicto es interno: tu mente te azota diciendo que lo has hecho mal, que deberías haber hecho otra cosa, o algo de otra manera. Ya sabes de lo que hablo. Otras veces el conflicto es con el niño. Entonces comienza una lucha de poder en la que a veces ganas tú y otras veces todo se sale de control y estalláis en mil pedazos. Ambas situaciones crean estrés y el estrés te saca del equilibrio que hace que tu día fluya.
¿Por qué ocurre esto? Cuando queremos ser una buena mamá estamos siguiendo creencias y dictados externos, no estamos fluyendo con el aquí y ahora de la realidad de lo que está pasando. Perdemos de vista a nuestro hijo y a sus necesidades, gustos y preferencias. No estamos respondiéndole de una forma sensible. Y de eso se trata.
Cuando queremos ser una buena mamá estamos siguiendo creencias y dictados externos, no estamos fluyendo con el aquí y ahora de la realidad de lo que está pasando
El prestigioso psicólogo Donald Winnicott, cuando definió la relación psicológicamente sana entre madre e hijo, ni siquiera habló de “buena mamá” sino de una “mamá lo suficientemente buena”. Suficientemente buena significa atenta a las necesidades del niño y sensible ante ellas, es decir, que detecta y responde a esas necesidades. ¿Todas las veces? No todas, las suficientes. La mamá suficientemente buena no tiene que seguir un estándar, este experto no habla de reglas, normas, pasos a seguir, sino que habla de “sensibilidad” a las necesidades del bebé.
Otra prestigiosa y célebre psiquiatra infantil, Mary Ainsworth quien colaboró considerablemente a desarrollar la teoría del apego comenzada por John Bowlby, afirma lo siguiente como conclusión de su estudio denominado La situación extraña (ver video) sobre las habilidades de las mamás cuyos bebés tienen un apego seguro a las que denomina altamente cooperativas:
“…la tercera escala se ocupa de características maternas generales del tipo cooperación-interferencia. Las madres que son de interferir mucho, no respetan la autonomía del bebé y la separación esencial entre ambos. Trata de controlarlo y de darle forma a su comportamiento, o simplemente sigue sus propias reacciones y sin la consideración por los los deseos o el proceso de actividades que desarrolla el bebé. La madre altamente cooperativa respeta a su bebé como una persona separada y planifica evitar situaciones en las cuales necesitará interferir con sus actividades o llegar a tener que ejercer un control directo sobre él. Cuando debe intervenir, es muy hábil en sintonizar el modo o la manera que el bebé es persuadido que él desea hacer lo que ella necesita o desea…”. (M. Ainsworth, La situación extraña)
Me dirás, sí, pero cuando es la hora de salir es la hora de salir. Estoy totalmente de acuerdo. Muchas veces la vida es imperativa. Pero otras veces no. Si analizamos cada situación por separado, si nos preguntamos qué es imprescindible e inamovible y qué no, nos daremos una sorpresa. Es cuestión de priorizar lo importante.
El problema es que no tenemos conciencia de lo importante que es minimizar los momentos de conflicto y tensión con tu hijo. La base de su determinación y de autoestima se fragua en los primeros años de vida mediante sus interacciones contigo. Él sabrá que tiene derechos, capacidad de decisión, que merece atención, reconocimiento y amor incondicional (hasta cuando se porta “mal” o hace berrinche) y estará en contacto con sus necesidades, en la medida en que tú le des “permiso” para decidir, negarse, preferir, expresar sus emociones (el enfado o enojo también es una emoción), y que no pasa nada si se equivoca. Eso lo aprenderá de la convivencia contigo.
Él sabrá que tiene derechos, capacidad de decisión, que merece atención, reconocimiento y amor incondicional (hasta cuando se porta “mal” o hace berrinche) y estará en contacto con sus necesidades, en la medida en que tú le des “permiso” para decidir, negarse, preferir, expresar sus emociones (el enfado o enojo también es una emoción), y que no pasa nada si se equivoca
Pero lo más importante de todo es el amor incondicional: que tu hijo aprenda que pase lo que pase, si no se lava los dientes, incluso si se le caen, si es más tonto, flaco, torpe, perezoso, flojo, enojón o lo que sea que exprese está bien porque él es perfecto como es y lo que hace es sólo una pequeña parte de lo que él es. Ya sabemos que tú lo amas incondicionalmente pero no te das cuenta de que cuando mantienes un conflicto con él le estás transmitiendo lo contrario: si no haces lo que yo digo o espero me enfado, me pongo triste, me defraudas.
Ya sabemos que tú lo amas incondicionalmente pero no te das cuenta de que cuando mantienes un conflicto con él le estás transmitiendo lo contrario: si no haces lo que yo digo o espero me enfado, me pongo triste, me defraudas
Lo más paradójico es que los momentos más importantes para crear un apego sano y una relación satisfactoria con tu hijo son los momentos de estrés, cuando queréis cosas diferentes, cuando tienes que tomar la decisión entre ser una buena mamá que alimenta correctamente a su hijo, que le lava los dientes a diario, que llega puntual a la escuela, que los lleva perfectamente limpios, peinados y aseados a pesar de que tu hijo está jugando, cansado, explorando, de mal humor, feliz en otras cosas etc. Es en esos momentos de “conflicto” cuando si estamos atentas y ponemos límites a esa “buena mamá” para dejar actuar a la “mamá suficientemente buena” de Winnicott cuando podremos ofrecer una respuesta sensible a la necesidad del niño y transmitirle que es importante para nosotras, más importante que los dientes limpios, el pelo peinado, que lleve zapatos o que hacer la compra.
Y sí, yo se que a veces no se puede, entonces hay que negociar, convencer, despistar, aplazar, etc. Convierte estos momentos tan valiosos en oportunidades “ganar-ganar”, en la que todo el mundo gana y nadie pierde. Estas medidas de “negociación” no solamente evitarán el conflicto, sino que le estarás enseñando a tu hijo herramientas imprescindibles para la vida que no son autoritarias. Eliminarás el “porque yo lo digo” o el “porque yo soy tu madre”, que en su adolescencia se convertirá en rebeldía y en una necesidad básica de autodeterminación que no tuvo en su infancia.
Convierte estos momentos tan valiosos en oportunidades “ganar-ganar”, en la que todo el mundo gana y nadie pierde. Estas medidas de “negociación” no solamente evitarán el conflicto, sino que le estarás enseñando a tu hijo herramientas imprescindibles para la vida que no son autoritarias
¿Y entonces qué puedo hacer?
El primer paso es poner límites a tu “buena mamá” interior. No es que sea mala, lo que está mal es que ser una buena mamá sea un fin en si mismo, en lugar de un medio para el verdadero fin, que es el bienestar de los niños.
¿Cómo lo hago?
1. Aprende a detectar cuando la “buena mamá” toma el control. El conflicto y el enfado de tu hijo pueden ser buenas señales. Un berrinche es una señal de que ya has ido demasiado lejos con él.
2. No hace falta que corrija a “la buena mamá” en ese momento, sólo toma conciencia de ella actuando, se corregirá sola cuando la vayas aprendiendo a verla.
3. Valora la importancia real de lo que quieres hacer. ¿Es tan importante lo que quiero imponer? ¿es imprescindible que tengamos que hacer esa actividad en ese momento?. Plantéate ¿es tan grave que no se bañe hoy? ¿es tan grave que no se coma ahora el brócoli? ¿es tan importante que no coma brócoli nunca más?
4. Ensaya herramientas ganar-ganar: negocia, despista, ofrece alternativas…
5. Cede. No es una competencia. Cuando cedes también ganas. Enseñas a tu hijo que ceder también es una opción y que no pasa nada. Que uno no siempre tiene la razón. Al fin y al cabo, así es la vida y queremos prepararles precisamente para la vida real.
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Y recuerda: ¡lo estás haciendo muy bien! ¿Cómo lo se? Porque estás aquí, leyendo esto, ocupándote de ti, de mejorar, de darle lo mejor a tu bebé.
Te mando un beso.