Cuando una mujer queda embarazada vive un proceso muy fuerte de conexión con su instinto maternal. De repente una se encuentra con una sensibilidad mucho más acentuada que antes. Pasa con los sentidos: el olfato de sabueso, la vista, la sensibilidad a los ruidos. También a nivel físico: la comida ya no sabe igual, sentimos deseo por unos alimentos y aversión por otros. Es como si de repente el cuerpo nos gritase lo que necesita, lo que es bueno o malo para el bebé y para nosotras mismas.

A nivel mental pasa exactamente lo mismo. Antes de estar embarazadas, teníamos unas ideas de lo que íbamos a hacer respecto al bebé, de cómo lo íbamos a criar, de en qué momento íbamos a hacer tal o cual cosa. Y como si de nubes se tratase, esas ideas a veces toman fuerza y a veces se van desvaneciendo.

Poco a poco va ocurriendo un cambiar de opinión sobre de todo lo que el entorno y nuestra propia infancia nos indica porque nos encontramos con un latido interno que nos dice lo que sí y lo que no. En esos momentos la conexión con el instinto maternal y las necesidades de nuestro bebé (nacido o por nacer) es muy grande.

A partir de aquí pueden ocurrir dos cosas. Una es que el entorno y nuestras historias de apego sean más fuertes que esa llamada y que la vayan silenciando poco a poco. Lo de afuera comienza a “pisotear” las indicaciones instintivas de la mamá y poco a poco ésta se va desconectando de él, siguiendo las indicaciones de todo el mundo, que a veces son contradictorias entre sí y la mayoría de las veces con el instinto maternal.

Entonces haremos por adaptar al niño a esas indicaciones y negaremos nuestro propio instinto maternal y los reclamos de tu hij@ que llorará, enfermará, vomitará y hará lo que sea necesario por recuperar a su mamá conectada, tal y como su instinto de supervivencia le dicta. Es por esto por lo que para el ser humano la tarea de la maternidad es compleja y se rompe el vínculo seguro saludable con él ya desde antes de nacer.

Lo de afuera comienza a “pisotear” las indicaciones instintivas de la mamá

También puede ocurrir que nuestra voz interior sea más fuerte que la exterior. Entonces nos sentiremos extrañas en un mundo que nos parece hostil y con poco en común con nosotras. Entonces buscaremos otros apoyos, en los libros, en los estudios, en los grupos de mamás y, si tenemos suerte, los encontraremos. Si esto ocurre, entonces esa voz se convertirá en un grito y tendremos que confrontar al entorno, a lo de afuera, y encontrar nuestras propias estrategias para sobrevivir a la experiencia de la maternidad contra el mundo.

Todas nosotras nos situamos en algún punto de estos dos extremos. Pero no nos engañemos, los dos son lugares muy incómodos que nos llevan desde la culpa por no seguir el instinto, la inseguridad de haber perdido el pulso de lo que el bebé necesita, a la necesidad de complacer y hacer caso a lo que nos dicen o el miedo a perder el control o cometer errores.

Es por esto por lo que para el ser humano la tarea de la maternidad es compleja y se rompe el vínculo seguro saludable con el bebé ya desde antes de nacer.

Pero el problema no es que lo que nos digan no esté bien. Seguro que cuando alguien nos da un consejo es porque le funcionó, o porque hay un estudio que lo avala, o porque hay un porcentaje de niños con los que funciona, pero eso no quiere decir que vaya a funcionar con mi hijo. Hay muchos libros que dicen cómo hacer con los bebés pero no con MI hij@. Mi hij@ es único y ese libro está por escribir, y lo escribiremos mi bebé y yo.

Pero el asunto aquí no es que lo que dice el entorno esté bien o mal, sino que al escuchar a lo de afuera, dejamos de escuchar a lo de dentro: a mi misma y a mi hij@. Para saber qué necesita mi hij@ necesito entrenar la conexión con mi instinto que funciona como un músculo. Y eso sólo lo conseguiré mirando a mi bebé y escuchando mi interior. Las recomendaciones y opiniones están bien siempre y cuando las pongamos a prueba con la mirada hacia a mi hj@ y a mi misma. Entonces sabremos qué está bien o qué no está bien, en ese momento, para nosotros.

¿Y por qué nos pesa tanto el afuera? La mayoría de las mamás venimos de historias de apego inseguro, esto es, con nuestros instintos trastocados, más desarrollados en la parte de la supervivencia, con una gran tendencia a respuestas desproporcionadas ante el estrés. La inseguridad, el miedo, la culpa, son activadores de adrenalina, hormona que inhibe la tan necesaria oxitocina tanto en el parto como en la lactancia. Para mi esa es la causa principal de los partos complejos que acaban en cesáreas, los problemas de lactancia y de establecimiento de un apego seguro con nuestro hij@: El miedo, el miedo a soltar, a dejarme ir, a confiar, a ser.

Hay muchos libros que dicen cómo hacer con los hij@ pero no con MI hij@

En mi opinión, lo más importante para ayudar a que estos bebés puedan disfrutar de una infancia feliz, con mamás sensibles a sus necesidades, pasa por que reeducar el entorno, para que entre todos aprendiéramos cómo apoyar a las mamás, antes y después del parto, para que hagan lo que su sabiduría interior sabe hacer.

A las mamás no hay que enseñarles nada. No lo necesitamos. Sí necesitamos médicos que nos ayuden con las enfermedades de nuestros hij@s, sí necesitamos papás, abuelas, amigas que nos apoyen -sobre todo emocionalmente- que nos digan que estamos haciendo lo que podemos, que nos quiten de las tareas que nos apartan de él, que nos escuchen y que nos digan la frase mágica: ¿qué necesitas?. Entonces la maternidad será más fluida y tan placentera como nos venden en la TV (o casi).

Con todo, esta tarea me parece bien difícil, porque ese entorno también viene de un sistema de apego inseguro, muchas veces ansioso y otras desconectado y empuja a las nuevas mamás a hiper angustiarse realizando intervenciones médicas excesivas, obligando a comer a sus hij@s, con un exceso de medicación, etc. o a desconectarse emocionalmente de ellos (dejándolos llorar, ignorándolos cuando hacen berrinche, no arrullándolos, con el uso excesivo de carreolas, balancines y demás aparatos), con la demonización de la dependencia, etc.

En mi experiencia la prevención es difícil porque parece que la maternidad es fácil, que se trata de tener controlado a los hij@s, de no mal educarlos y ya está, pero no es así. Todas antes de ser mamás decimos “esto no me va a pasar a mi” y luego me pasa eso y más. Las mamás embarazadas están pendientes del parto y poco más: cómo cambio pañales, cada cuanto lo alimento… es decir, cuestiones prácticas, el manual de instrucciones, pero nadie las prepara emocionalmente para lo que va a suceder o para acoger y atender de forma sensible a sus hij@s, muchas veces porque no lo consideran importante.

Y esto es lo que hay que cambiar, lo que vamos a cambiar, entre todas y todos. Contar nuestra experiencia ayuda, criar y educar a nuestra manera en entornos “no amigables” también ayuda, compartir estudios que apoyen el bienestar de los niñ@s y de las mamás puede ser una opción. Pero sobre todo recordar pedir ayuda para reconectarnos, para re-aprender a mirar a nuestr@s hij@s con otros ojos, los ojos de mamá conectada, sensible. Y desconectarnos de los deberías del afuera, de los libros de crianza que hablan de los niños y sus etapas como si fueran coches en lugar de personas. 

Tu hij@ es único y necesita tu mirada única. Saber qué necesita, cuándo, qué te está pidiendo y cómo se lo puedes dar, es lo que hará la diferencia en tu vida en esta etapa, pero sobre todo, marcará la diferencia en su infancia y, desde aquí, en su vida adulta.

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Por tu felicidad y la de tu hij@

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