Se que este post no le va a gustar a muchos, pero creo que es muy necesario empoderar a las mamás en este sentido y, como siempre, me pongo a su disposición para contestar a sus comentarios. Intentaré ser lo más respetuosa y clara posible.

El otro día en un comentario a uno de mis posts, una mamá me explicaba que había llevado a su hija de un año a la guardería porque el pediatra le había dicho que estaba demasiado apegada y que necesitaba estar con otros niños. Tengo que decir que cuando lo leí de verdad me molesté. Le di una respuesta a la mamá, en caliente, y me gustaría ahora explicarme con más detalle.

Los pediatras, en general, son grandísimos profesionales, dedicados, con una gran sabiduría en cuanto a enfermedades y dolencias infantiles, prevención, diagnóstico, tratamientos, etc. Cuando una mamá tiene una preocupación sobre la salud de su hijo, ya sea un salpullido, una tos, una caída, o lo que sea de esa índole, mi consejo siempre es: llévalo al pediatra y haz lo que te diga. Y si no te convence su diagnóstico, ve a otro pediatra.

En cambio, cuando una mamá viene diciendo que el pediatra le dijo que debía hacer tal o cual cosa en relación con cómo es criado su hijo, los criterios de los papás en cuanto a cuando llevarlo a la guardería, si es muy demandante o no (esto es totalmente subjetivo de cada niño y cada mamá/papá), cuánto o con quién debe dormir, si la mamá quiere seguir dandole pecho (sea cual sea la edad del bebé), o si es manipulador, mañoso, malcriado o si le debe cuidad la nana o la abuela, sólo puedo decirla una cosa: un pediatra no sabe nada de crianza por ser pediatra. Otra cosa es que se haya especializado en crianza, lactancia o la disciplina que sea. Pero ya no será su opinión como doctor o como pediatra. Será en calidad de otra cosa (persona que se informa de crianza??? no lo se).

Un pediatra no sabe nada de mi, de mi vida o de cómo es mi bebé (a nivel emocional o psicológico) ni tiene derecho a opinar con quién duermo yo o duerme mi bebé, si quiero seguir dándole pecho, de si está muy apegado a mi o no, de si mi bebé me manipula o no (no es su problema), o por supuesto cuando es la edad idónea para que mi hijo vaya a la guardería, si lo debería atender la abuela o la prima, o si lo consiento o no. Puede parecer fuerte pero no es su problema. No es un psicólogo infantil, ni experto en traumas de la primera infancia, ni en apego, ni en lactancia

En la carrera de pediatría no se da la asignatura de crianza, ni siquiera les enseñan sobre teoría del apego, lactancia, trastornos psicológicos en la primera infancia. Lo que nos sueltan en la consulta, la mayoría de las veces sin que se les pregunte, son puras opiniones, como las puede tener cualquiera: yo, mi abuela, la abuelita del pediatra o la vecina de al lado. Lo que pasa, es que todo lo que sale de la boca de cualquiera con una bata blanca (incluida la señora que sirve las tortillas en el Superama), en un momento tan vulnerable como es la maternidad, cala profundamente en nuestro interior y nos lo creemos a pies juntitas. Es más, nos siembra una duda que nos aleja de nuestra sabiduría interior y refuerza la opinión externa que te aconseja: “ves, si hasta el pediatra lo dice”. Entonces empezamos a tomar decisiones contradictorias, totalmente alejadas de lo que nos indica lo que sabemos de nuestro bebé (con el que hemos estado muchas más horas que el pediatra y lo conocemos mejor) y de nuestro sentido común. La culpa y la opinión externa ganan. Y nuestra autoestima, nuestro instinto, y lo más importante, nuestro bebé pierden. Así de injusto.

De crianza no debería opinar ningún pediatra. Ni Carlos González, al que sigo, admiro y cito en muchos post, si lo hiciera solamente en calidad de pediatra. Él mismo reconoce que tras acabar la carrera de pediatría no sabes nada de crianza. Él se interesó en el tema y se convirtió en un experto cuando comenzó a investigar acerca de crianza respetuosa con la infancia y de los trastornos asociados a su carencia. Sólo hay que leer sus libros para ver cuántas referencias menciona a estudios científicos, psicólogos infantiles y expertos en trauma infantil.

Igualmente tengo que decir, para que no se me mal interprete,  que por el mundo hay excepcionales pediatras, expertos en tratar patologías en niños, enfermedades, prevención, etc, que es su campo. Algunos de estos buenísimos profesionales opinan de crianza y otros no. Nuestra labor como madres es buscar a estos profesionales, darles todo el crédito en su ámbito de sabiduría y experiencia pero dudar a la hora de seguir sus consejos de crianza. Unos consejos serán buenos y otros malos, igual que los de la vecina.

De entre estos buenísimos profesionales yo prefiero aquellos que son respetuosos con mi bebé y conmigo. Es decir, no obligan a mi hija ser examinada contra su voluntad sólo por rutina y si es estrictamente necesario lo hacen con el máximo respeto y sin insistir; no la tratan como si ella no estuviera allí, sino que se dirigen a ella y son cuidadosos con sus comentarios: “esta niña está muy mimada” o “es una cuentista” o “esta niña es un poco manipuladora”. Para mi el límite salta cuando oigo algo acerca de mi hija que me molestaría que lo hubiera dicho de mi: “señora está usted muy mimada” o “es usted un poco cuentista” o “es usted un poco manipuladora”. Si alguna vez le escucho esto a algún pediatra, o a cualquier persona, creanme que notará mi disgusto y no me volverá a ver por su consulta.

Otra señal de un pediatra poco respetuoso es que me regañe. Este punto me da hasta risa. Nadie puede tomarse la libertad de regañarme. Soy una adulta, soy madre y todas, todas y cada una de las decisiones que tomo a lo largo del día, las tomo porque creo que hago lo mejor para mi bebé y tomo responsabilidad por ellas. También apechugo con las consecuencias. Y no sólo yo, esto es cierto para todas las madres del mundo (menos las que tengan un trastorno severo de la personalidad). Entonces: “no me regañe señor pediatra, lo que hice lo hice pensando que era lo mejor para mi bebé (como siempre), pero quizá me equivoqué porque soy HUMANA, igual que me he equivocado viniendo a su consulta. Buenas tardes”.

Busquen a esos grandísimos profesionales de la pediatría que aman su trabajo y a los niños, que son respetuosos con ellos y con nosotras. Eso es lo que merecemos, un trato respetuoso y razonable, nada menos que eso.

Ya saben que sus comentarios son bien recibidos.

Les mando un beso

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